jueves, 2 de enero de 2014

Los revolucionarios rusos del XIX

Al igual que en París, la Academia de Bellas Artes de San Petersburgo marcaba la pauta en todo lo que se refería a la pintura oficial del momento, los temas se debían representar, el tipo de composición y técnica que se debía seguir, etc. Y al igual que en París no todos los pintores estaban de acuerdo con la Academia y  unos cuantos se opusieron a ella e impulsaron sus ideas artísticas:

El realismo ruso de la segunda mitad del siglo XIX fue uno de los mayores logros del arte de Rusia y fue el estímulo para el movimiento revolucionario democrático que se expandió por el país en los años 50 y 60. La peculiaridad de este realismo residía en su carácter analítico y su derivación a temas sociales, impulsado fundamentalmente por las condiciones de vida en Rusia. El revolucionario y demócrata Nikolai Chernishevski dijo: “la tarea del arte consiste no solo en reflejar la realidad, sino también en dictarle a esta su veredicto”. Ante la situación que vivía el país y la restricción que sentían los artistas ante los valores impuestos por la Academia, Kramskói, ideólogo del arte democrático, capitaneó en 1863 la “Rebelión de los 14”, un acontecimiento memorable para la historia de San Petersburgo en el que catorce jóvenes que finalizaban sus estudios en la Academia, y ante su disconformidad con ella, la abandonaron y fundaron una asociación de tipo socialista. A esta asociación le sucedió en 1870 la Sociedad de Exposiciones Artísticas Ambulantes, que proclamó los principios del arte nacional y realista. Con la actividad de la Sociedad y sus exposiciones celebradas en San Petersburgo, Moscú y otras ciudades, se desarrollaron las manifestaciones más progresistas de la multiforme vida de esta época.

Un elemento bastante importante para el impulso de esta Sociedad fueron las intervenciones crítico-literarias de Stasov, luchador contra el academicismo y a favor del arte nacional, y la labor de Trétiakov, quien fundó en Moscú una galería de arte donde se propuso reunir y conservar lo más progresista de las artes plásticas rusas.

Estos pintores revolucionarias son realmente cronistas de una época, quieren reflejar la situación de su país y hacer una crítica de ella. Así, destacó Vasili Perov, promotor de la pintura costumbrista, que aunque descendía de la Escuela de Pintura y Escultura de Moscú, se inclinó hacia temas que le permitiesen expresar su simpatía por los pobres y denunciar la crueldad e indiferencia de los ricos y los representantes de la iglesia. Comida en el monasterio, aunque mantiene el carácter de la época precedente, ya muestra particularidades de la primera etapa del realismo crítico.

Comida en el monasterio, Vasili Perov
Otro importante personaje y ligado a Kramskói fue Firs Zhuravlev, uno de los pocos realistas demócratas que participó en la “Rebelión de los 14” pero que no se afilió a la Sociedad, aunque sus obras respondían a los valores de esta: Antes de la boda trata el consabido tema de la condición femenina.
Antes de la boda, Zhuravlev
Uno de los objetivos fundamentales de la pintura realista era reflejar los fenómenos de la realidad y crear la imagen del “héroe positivo”, lo cual se impulsó a través del retrato y su principal exponente fue Kramskói, quien a través de sus retratos representó a los considerados nuevos revolucionarios del momento, escritores y pintores especialmente. En ellos, Kramskói otorgaba atención primordial al retratado, dirigido casi siempre al espectador, por lo demás eran pinturas escuetas, sin accesorios y con fondo liso y neutro. 
Retrato del paisajista Shishkin, Kramskói
Uno de los “héroes positivos” del momento fue León Tolstói, la encarnación del mayor prestigio de la literatura rusa, hombre de hondas preocupaciones morales y que atraía la atención de muchos pintores. Nikolái Gué le retrató con pocos colores y opacos en 1884, debido, seguramente, a que Tolstói detestaba todo tipo de exhibicionismo, pues este pintor se caracterizaba por un gran dominio de la paleta multicolor.

Retrato de León Tolstói, Nikolái Gué
Para terminar este recorrido por la pintura realista rusa, destacar a Iliá Repin, la mayor figura de este momento y quien reflejó con mayor plenitud los principios del realismo. Atento y sensible al pulso de la vida circundante, se manifestó con igual seriedad tanto como pintor de escenas históricas, de género y del movimiento revolucionario ruso, como en el retrato, y en todos ellos fue capaz de captar los rasgos distintivos de cada individuo gracias a sus procedimientos compositivos y pictóricos. Él decía: “en la verdad está para mí toda la belleza”, refiriéndose tanto a su concepción del mundo, como al carácter secundario de los medios pictóricos en relación al contenido.
La Negra, Iliá Repin
Retrato de Stásova, Iliá Repin




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