Como puntilla final a todas las formas de arte en
la sociedad del XIX que hemos visto a lo largo del blog, os voy a poner
en contraposición con el cambio de siglo, uno de los temas pictóricos más
atractivos a lo largo de la historia, el desnudo femenino.
No podemos hablar claramente de una evolución, o
una recesión en la manera de interpretar este recurrido tema a lo largo de la
historia, o del siglo XIX en concreto. La manera va con la época, con la
mentalidad, con el pintor. Remontándonos al neoclasicismo con David y sus
magnificas representaciones de odaliscas y desnudos femeninos en interiores de
baños, de espaldas como "La pequeña bañista del harén" o a
Goya, personaje singular en su tiempo, con el que veíamos el descaro y el
desafío en la mirada de su Maja Desnuda,
mientras abría las nuevas formas de representación del siglo XIX. Courbet, nos
enseñaba con su realismo, a una modelo desnuda en su taller, que observaba al
pintor en su faena con El estudio del
Pintor. Enfrascados en el impresionismo nos encontramos con Renoir y las Bañistas de Filadelfia, que
prácticamente nos hace una mirada a los desnudos clásicos, y también, Degas, y
su Desnudo después del baño, que se
nos parecerá bastante a los desnudos del artista en los que centraremos la
siguiente atención. Olympia junto con
Desayuno en la hierba y su modelo de
Manet, que nos miran fijamente, nos recuerda a Goya.
Con esto, vemos la carencia de un patrón de
representación, sino que se reinventan, y se vuelven a representar formas que
ya se conocían. Ahora, veremos otra forma peculiar de tratar las mujeres
desnudas, y como Hopper, nos las presenta, tímidamente, en su entorno, de forma
cotidiana o incluso distraídas, inmiscuidas en sus propios pensamientos, ajenas
al espectador que observa invisible desde fuera.
Edward Hopper es quizá uno de los pintores más
enigmáticos que nació a finales del siglo XIX.
Su obra, nos abre las nuevas formas del siglo XX,
de la modernidad. Tenemos muy pocos datos concretos sobre su vida, ya que el
mismo le dio ese carácter misterioso abstrayéndose de publicarse o darse a
conocer buscando una gran fama. Tras una gran formación pictórica en Nueva
York, de donde procedía, se trasladó a Paris a para peregrinar y observar las
obras de los otros artistas, no fue a recibir ninguna formación.
Conoció el Salón de Otoño, que califico de “muy
malo” pero era bastante más liberal que los salones de Estados Unidos. Allí,
conoció obras de Cézanne y Gauguin, o sus paisanos americanos Henry Bruce o Max
Weber. Coincidiendo además con Picasso, o Juan Gris.
Autorretrato 1903 1906
También viajo a Londres y después a Ámsterdam
donde conoció la obra de Rembrandt. Volvió a Paris y también visito España,
pasando por Madrid y Toledo donde conoció al Greco.
Difícil interpretación de sus obras. Se negó a
ello personalmente. Se sustrae al autocomentario. Su silencio influye en medida
a su gran aceptación. Cuadros que parecen abiertos a todo tipo de
interpretación pero un patrón constante en ellos, la sensibilidad, el
sentimiento, la psicología o la interioridad, aunque a veces estas definiciones
sean en sí mismas, una traba para interpretarlos. Se sirve de técnicas
tradicionales para romper con el convencionalismo. Cuadros ricos y abiertos, en
los que la figura principal es el observador, en los que su mirada se fija en
el cuadro, pero la figura del cuadro no devuelve nunca la mirada –excepto
autorretratos-.
Uno de los temas más representados por
Hopper es el de la mujer desnuda, envueltas en una situación íntima y personal
en la que el espectador la observa. Son imágenes cotidianas, sin una belleza o
gracia especial, como subiéndose a la cama, sentadas sobre ella, o a sus
pies. No hay una intención por parte de Hopper de enseñarnos algo narrativo, y
elocuente, la elegancia está en la sencillez del movimiento congelado de las
mujeres. Posteriormente, las escenas se mostraran más estáticas aun, donde la
luz es el componente dramático y dinámico, obteniendo así bastante
protagonismo.
Standing Female Model in Studio, 1900-1903
Hopper evoluciono bastante su técnica a través de
esta temática. En principio, eran cuadros oscuros y grises de su época de
estudiante, pero cuando fue a Paris, los cuadros se van contagiando de unos
vivos colores poco a poco. Interior veraniego, que nos plasma esta evolución de
Hopper, nos recuerda en composición a Degas, pero nos transmite una calma
mayor. La joven, apoyada sobre la sabana caída en el suelo junto a una esquina
de la cama, no nos deja ver su rostro, tapado por un negro moño recogiendo su
caballera. Uno de los aspectos que pueden crear más controversia es la posición
de su mano junto a su pubis, pero tiene un gesto muy discreto si lo
comparamos con cuadros de Balthus hechos treinta años antes. Otra de las marcas
inconfundibles de Hopper, es que no firma sus obras, observando discretamente
desde la distancia como el espectador.
Desnudo subiéndose a la
cama 1903-1905
Otra continuación de la evolución la vemos con el
movimiento de las cortinas en Ventana
Abierta, en el que el viento mece las cortinas que están congeladas en el
cuadro, pero casi parece que lo estamos viendo en ese mismo instante, desde la
invisibilidad del espectador. En otros cuadros, Hopper va más
allá de la imagen, con Interior, East
Side, la mujer pone su vista más allá del cuadro, fijando su mirada a
través de la ventana, que aguarda una escena que desconocemos pero que la ha
distraído de su labor de costura. El siguiente paso nos lo da con Las once de
la mañana, donde nos deja entrever el exterior de la ventana, pero a la
vez nos muestra con detalle el interior de la habitación en la que se
enmarca la mujer, únicamente vestida con unos zapatos, sentada y completamente
perpleja a lo que se encuentra al exterior. A esto, tenemos que remitirnos como
gran influencia a la fotografía, porque está captando, congelando un momento
que prácticamente estamos viendo al instante. El propio Hopper hacia
fotografías como base de sus cuadros. Hopper nos deja ver por primera ver el
rostro de una de sus mujeres con Habitación de hotel, en el que la modelo
parece seguir el patrón de la mayoría de las pinturas de su temática, desnuda,
realizando una actividad cotidiana, en este caso, en la habitación del hotel,
pero ahora dejándonos entrever casi con detalle su rostro.
Interior veraniego 1909.