Sergio Coca Crespo
"Da gritos la verdad en lienzos
mudos…"
Ya lo decía el intelectual español -y amigo de Pablo
Picasso- José Bergamín, al subrayar la importancia de la pintura como
instrumento de la verdad, que hace a los hombres libres y poseedores de un
criterio e ideas propias, un objetivo propio de la II República Española, pero
no del bando de los sublevados del 18 de julio de 1936, que no dudaron en
destruir los símbolos y cabezas visibles de la cultura y la tradición española
que no servían a sus designios: durante la Guerra Civil española (1936-1939)
las tropas nacionales atacaron el Museo del Prado, la Biblioteca Nacional, la
Real Academia Española… aunque sin duda su golpe más virulento y demoledor cayó
sobre Guernica.
Hacia las cuatro de la tarde del 26 de abril de 1937, los
habitantes de Guernica paseaban, compraban y vendían, pues era día de mercado
local; todos se afanaban en unos quehaceres diarios con los que trataban de
hacer frente a la inquietud que se vivía por ser la villa un punto cercano al
frente en el País Vasco: una y otra vez miraban al cielo, alertados por el
ruido de la aviación del bando nacional, nutrida por los potentes aviones
alemanes, que pasaban muchas veces sobre la población, pero si mayores
consecuencias. Sin embargo, aquella tarde la muerte planeaba literalmente sobre
Guernica, y sus habitantes, personas inocentes, estaban a punto de morir. Los
que sobrevivieron lo hicieron marcados de por vida por los gritos,
detonaciones, incendios y humo que convirtieron a esta localidad en el primer
gran laboratorio de armas sobre población civil de la Historia.
Según testigos presenciales del bombardeo, que debió parecerles
apocalíptico, los aviones aparecieron sobre los cercanos Montes de Oíz, de los
cuales uno dio las vueltas de reconocimiento a las que los habitantes de
Guernica se habían acostumbrado, pero después llegaron en línea otros ocho
aviones, que no eran sino la avanzadilla de los más de cuarenta aparatos que
esta vez empezaron a descargar las bombas sobre la población. Aquí no hacen
falta descripciones de testigos, porque Pablo Picasso inmortalizó el momento en
su famoso lienzo, llamado igualmente Guernica:
los edificios ardían, la multitud corría buscando refugio, y los gritos
sólo quedaban apagados por el ensordecedor rugido de las explosiones, las
llamas y los derrumbes; una profusión de ruido que aún parece posible oír en la
pintura de Picasso si nos quedamos contemplándolo en silencio.
Guernica era, dentro de la ideología nacionalista vasca, su
tradición histórica y su particular idiosincrasia, era la máxima expresión de
su libertad y su autonomía, pues era en Guernica, a la sombra de su famoso
Árbol, donde los distintos soberanos castellanos primero y españoles después
juraban defender los fueros, usos y libertades de las provincias vascongadas.
Por tanto, puede decirse que su bombardeo y destrucción obedecían a un plan muy
meditado que buscaba provocar un gran mazazo emocional que minase la
resistencia local y determinase la caída del frente del Norte, uno de los
desvelos del bando nacional; a la par que implicaba el fin de dichas libertades
para los vascos -confirmadas por la República-, pero también las de todos los
españoles: los tiempos de la tolerancia habían pasado; para muchos la próxima
España sería una.
Esta masacre trascendió pronto las fronteras españolas,
avivada por las autoridades republicanas como muestra de la barbarie que
sembraban a su paso Fran y las potencias del Eje; y el de Guernica fue el
desesperado reclamo republicano a las potencias internacionales. Pero aquí
tenemos que destacar cómo este ataque decidió a Picasso (1881-1973) a elaborar
su famosa obra, encargada por la República para su pabellón en la parisina
Exposición Internacional del mismo año de 1937.
Sin embargo, Guernica no sería el protagonista directo de la
obra, ni sus habitantes: nada salvo el título le une al cuadro; ya que Picasso
logró abstraer la esencia del horror y destrucción que le llegó hasta París
para pintar el grito de todas las ciudades que en un futuro sufrirían y aún
sufren lo que sufrió esta villa vizcaína. Sin duda esta pintura serviría para
ilustrar la catástrofe de Hiroshima, los bombardeos de Londres o Dresde… era la
viva encarnación de lo que supuso la Guerra Civil Española más allá de España:
el preludio de la Segunda Guerra Mundial, mensaje ignorado entonces, pero que
luego resultó visionario. Sin embargo, parece que el pintor malagueño, a pesar
de hacer de su obra un clamor universal y patrimonio de cualquier pueblo que
sufre las consecuencias de la guerra, da la impresión de incluir indicios que
sí que podrían, a mi juicio, decirse propios de la contienda civil española: la
figura humana del lado derecho, que alza los brazos desesperada entre las
llamas, sin duda lo hace pidiendo un auxilio que nunca le llegó, pero su
postura no deja de recordarme a la obra de Francisco de Goya, Los fusilamientos del 3 de mayo, donde
uno de los condenados a morir fusilados alza los brazos en señal de revuelta
ante la barbarie que desata la guerra, en un último grito por la libertad.
En esta pintura reverbera con el mensaje de repudia de las
masacres perpetradas por las tropas franquistas, haciendo de la República la
única garante de la paz en una España que había reventado el 18 de julio de
1936. Esto se tradujo en Guernica por verdaderas explosiones, como parece
reflejar la pintura, compuesta por fuertes claroscuros, que también recuerdan a
la realidad presente de aquella España donde todo era blanco o negro, sin un
término medio ni posibilidad de declararse neutral en un conflicto que dividía
incluso familias en las "dos Españas" que como cantó luego el grupo Jarcha
en Libertad sin ira, "guardan
aún el rencor de viejas deudas". También Picasso muestra gracias al pájaro
cómo en medio de aquel acto de crueldad, la paz y la inocencia escapan, para no
tener que contemplar el dantesco espectáculo de la muerte.
Pero si hay un elemento que me sorprendió en el Guernica, indudablemente fue el toro que
aparece en el extremo izquierdo de la composición, puesto que mientras podía
ver en el desbocamiento del caballo que hay junto a él su miedo e
irracionalidad ante el caos del bombardeo -humilde impresión-, en el toro no
veía nada. Pero de pronto se hizo la luz en mi interior, pues vino a mi mente
el poema escrito por el valenciano Miguel Hernández, activo durante la Guerra
Civil en el bando republicano, titulado Vientos
del pueblo me llevan:
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
En estos versos de la segunda estrofa, Hernández traza una
clara alusión a su rechazo ante las ideologías del bando nacional,
especialmente del bloque falangista, cuyo símbolo junto con el haz de flechas
era el yugo de tradición isabelina
(de Isabel la Católica), que algunos querían con esta guerra imponer a los
españoles, identificados aquí como bueyes.
Pero también pueden recordarse otros versos, donde la reminiscencia a los
bombardeos que sesgan vidas en un instante entre los españoles es clara:
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra
No obstante, esta relación, aunque a mí pueda haberme
ayudado a entender un matiz de la obra de Picasso, no tuvo por qué estar
presente en la mente del propio pintor, puesto que él no residió en España en
ningún momento de la guerra; aunque tanto el cuadro como el poema son
coetáneos, lo cual deja abierta la puerta de esta posible fuente de
inspiración.
Pero como no quisiera finalizar este comentario con una nota
de tristeza, sino arrancar una sonrisa al lector, quisiera hacer una breve
mención al enorme seguimiento y repercusión de El Guernica de Pablo Picasso desde su realización, mostrando cómo,
de la mano del genial dibujante Quino, esta pintura se convierte en la mayor
expresión del caos en su versión más destructiva; pero siempre con una
posibilidad de mejora, puesto que, hasta en lo más hondo del socavón abierto
por una bomba llegan la luz del sol y la risa de los niños en el regazo de sus
madres…
Bibliografía
y referencias web:
http://www.youtube.com/watch?v=VjTOsTGXZ34.
La Guerra Civil Española. Capítulo III. La guerra de los idealistas.
http://www.rtve.es/alacarta/audios/documentos-rne/.
Ver la emisión La Odisea de los cuadros
del Prado.
Fusi, J. P. y Calvo Serraller, F., El espejo del tiempo. La Historia y el Arte de España, Taurus,
Madrid, 2009.
Paula Etchechoury Pérez
El poder del arte
El Guernica. Hablar del Guernica es como hablar de la Mona Lisa o Las Meninas; son cuadros que han pasado al mundo de la leyenda, y que suponen hitos en sí mismos, inmortalizando para siempre a sus creadores, pero con una trascendencia tan enorme en el imaginario colectivo humano, que están por encima de nombres o etiquetas.
Dentro de todas estas míticas obras, el Guernica posee además un elemento fundamental: la universalidad. Cualquier ser humano del planeta puede contemplar el Guernica y sentir lo que transmite, sin tener la más remota idea de arte, no es necesario, y así deseaba Picasso que fuera, porque el Guernica refleja el horror, la desesperación y el sufrimiento inútiles que desatan las guerras en el ser humano, en definitiva, la locura de la guerra, algo de lo que el bombardeo de Guernica sin duda fue ejemplo claro. Sin embargo, dentro de esta universalidad, no olvidemos que esta obra fue un encargo de la República a Picasso, destinada al Pabellón Español en la Exposición Universal de París de 1937, una perspectiva que nunca debemos perder cuando hablamos de esta obra, y aunque Picasso en el momento en el que se le encargó no sabía que lo haría sobre el bombardeo de Guernica, sigue siendo un encargo oficial; no obstante, pese a tratarse de una obra propagandística, Picasso no hace tanto apología de la República como de los valores que esta encarnaba, la libertad y la paz, y por esto, tras el triunfo del franquismo, quiso que el cuadro fuera custodiado por el MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York), dejando claro, no obstante, su deseo de que la obra regresara a España cuando se instaurara de nuevo la democracia, pues Picasso siempre consideró la obra como un regalo para todos los españoles, pero para el pueblo español republicano, guiado por el principio de libertad.
El cuadro permaneció pues en poder de Estados Unidos, el cual no se mostró nada dispuesto a que el cuadro fuera devuelto a España cuando ésta lo reclamó, pues lo consideraban un símbolo de la libertad de la cual ellos mismos se autoproclamaban defensores. Pero obviamente esto era algo inadmisible para España, y tras arduas negociaciones diplomáticas, se consiguió que el cuadro llegara a nuestro país en 1981. Sin embargo, el cuadro llegó envuelto por la polémica, pues se trata de un cuadro con un claro contenido político (de hecho, el Guernica se considera la primera obra de la historia del arte en la que confluyen claramente arte y política), que llegaba en medio de un clima político tenso, pues estamos en los albores de la Transición, que está tomando los senderos de una monarquía parlamentaria, cuando lo esperable tras una larga dictadura para los políticos de izquierdas era una nueva república, y amigos del pintor, ya fallecido, como el poeta José Bergamín, creían que se estaba traicionando la conciencia del artista, pues opinaban que se estaba instrumentalizando por aquellos que en su día habían acabado con todo lo que representaba, y que ahora deseaban tenerlo en su poder para dar la imagen al mundo de que España ya era demócrata; y a todos estos debates, se sumó la pugna de varias ciudades españolas por quedarse con el cuadro, como Málaga o Barcelona. Llegados a este punto, he de decir que, en mi opinión, el cuadro debía claramente algún día terminar en España para siempre, primeramente porque esa era la voluntad de su creador, y en segundo porque era lo justo desde un punto de vista moral: el origen del cuadro, de forma indirecta, había sido un encargo de la República española a Picasso, la excusa que da pie para representar valores universales es un acontecimiento que tiene lugar en España, y ya a modo de guindilla, porque si bien no es una razón de peso contribuye a que tenga aún más sentido, Picasso era español. Pero que la obra debiera estar en España, no significa que el momento en que se decidió traer fuera el más idóneo y, en mi opinión, sin duda, no lo fue, porque lo único que se consiguió fue potenciar aún más su sentido político, pero en detrimento de su incalculable valor artístico, politizando una obra de carácter universal, y añadiendo aún más tensión al panorama político español de aquellos años; claramente, el mejor momento habría sido aquel en el que España realmente tuviera una democracia en funcionamiento, lo suficientemente sólida como para no necesitar ser acreditada por una pintura de sin duda con mayor prestigio que ella. Sin embargo, todo este revuelo nos da una idea de la trascendencia que alcanzó y que mantiene aún hoy el Guernica, y del poder que puede llegar a tener el arte.
Alba
Hernández Martín-Romo
El Guernica
Pablo
Picasso es una figura excepcional en el mundo artístico ya que pasó por varias
corrientes, desde el cubismo hasta la escultura neofigurativa.
Posiblemente
el Guernica es la obra por antonomasia de Picasso, la cual reúne toda la
herencia de las experimentaciones formales de los cubistas, pero con un matiz
de violencia y distorsión impresionista. Tiene un lenguaje directo muy directo
y pesimista, a través del cual Picasso manifiesta su rechazo a la violencia.
Es en
enero de 1937 cuando se le encarga una obra propagandística a Picasso sobre la
República Española para exponerla en el pabellón de España en la Exposición Internacional de París en
mayo del mismo año. Tras dos meses sin que se le ocurriera nada, no es hasta el
25 de abril, cuando se produjeron los bombardeos de Guernica cuando Picasso
encuentra inspiración. Dicho bombardeo
fue producido por la aviación alemana conocida como la “Legión Cóndor”, un día
de mercado al mediodía, es decir justo en el momento en el que más personas se
concentraban en el pueblo. Este bombardeo es significativo ya que fue el primer
bombardeo datado que ataca a una población civil. Este hecho traspasó fronteras
llegando a impresionar a Europa y a Estados
Unidos.
La
única condición que Picasso recibe del cuadro es la dimensión, ya que tiene que
ser un lienzo de 7 metros x 4 metros, y por ella Picasso recibiría en torno a
doscientos francos, los cuales donaría a la causa republicana. La lectura del cuadro es claramente de izquierda
a derecha y estructura los elementos de forma vertical. En realizar la obra
tardó poco más de un mes. Posiblemente es una de las obras más importantes del
siglo XX, ya que Picasso comprometió y unió el arte con la política.
El
cuadro no representa el momento del bombardeo en sí, sino el sufrimiento, la
desesperación, el miedo y el horror por el que pasaba España en esos momentos,
por eso los propios supervivientes dicen que no ven reflejado Guernica como
tal, sino los sentimientos desoladores que padecieron tras el bombardeo y el
estado de ánimo que en general se vivía en la época. Es una obra en blanco y
negro porque Picasso la concibió como una fotografía, aunque se dice que
también planteó ponerla a color.
Tras la
exposición, el cuadro recorrió toda Europa
y acabó en el Museum of Modern Art de Nueva York, y no es hasta el 10 de
septiembre de 1981 cundo por fin se traslada a Madrid, instalándolo
primeramente en el Casón del Buen Retiro y trasladándolo en el año 1995 al
Museo Reina Sofía en Madrid.
Posiblemente,
con este cuadro Picasso quería anticipar al resto de Europa lo que pasaría años
después con la ocupación Nazi y por tanto el transcurso de la II Guerra
Mundial. Además se han dado numerosas interpretaciones a este cuadro tan
conocido y a la vez tan misterioso, aunque como he citado antes, Picasso no
quería más que representar el horror de la guerra, el sufrimiento y la
desesperación.
Además
este cuadro ha suscitado varias polémicas sobre su situación ya que muchos
dicen que Picasso no querría que estuviese en España ya que él lo hizo para el
pueblo republicano, otros reclaman su derecho a que este en Guernica, otros en
Málaga su ciudad natal… El caso es que es un cuadro rodeado de polémica
prácticamente desde que se hizo, con varias interpretaciones y sobretodo muy
expresivo y desgarrador.
Bibliografía
y referencias web:
HISTORIA
DEL ARTE, LAS VANGUARDIAS; DEL SIMBOLISMO
AL CUBISMO, editorial Salvat, Madrid, 2006.
Irene Isabel
Fernández
Sobre el Guernica
Máxima expresión de un marco histórico cargado de dramáticos
acontecimientos, el Guernica nació para formar parte del Pabellón
Español en la Exposición Internacional de París, de 1937. Fue un encargo para
Picasso, pintor internacional del momento que mejor iba a representar ese
motivo propagandístico para la Republica.
El encargo se realizó en enero, pero no fue hasta el 25 de
abril cuando nació el motivo que llevara a Pablo Picasso a realizar esta magnífica
obra. La escena representada en esta gran pintura fue la noticia de los
bombardeos efectuados por la aviación alemana – la Legión Cóndor- sobre la
villa vasca que da nombre a la obra. Dicho acontecimiento fue el primero que se
hizo sobre una población civil, a medio día, en un mercado, cuando más gente se
concentraba, unas 7.000 personas –entre ellas los exiliados-.
El artista conoció este hecho gracias a las dramáticas
fotografías publicadas y por el periódico francés L'Humanité.
La realización del Guernica fue un proceso bastante ligero,
y a día de hoy tenemos constancia de los numerosos bocetos que Picasso hizo
antes de concluir su obra. Incluso, pensó en darle color a la obra, perdiendo
esa característica tan fotográfica que tiene el cuadro a día de hoy. Lo que le
llevo a dejar a un lado su instinto y su alma circense –referido a que le
gustaba mucho el mundo del circo y siempre incluía colores alusivos a este tema
en sus obras- fue la prueba en papel del color de cada figura sobre el cuadro,
idea de Dora Maar –que fotografió el proceso de la realización del cuadro- que
finalmente hizo al propio Picasso convencerse el mismo de la disparatada idea
de darle color.
El Guernica ha cruzado el océano alguno que otra vez. Lo
colocaron por primera vez en el Pabellón de la Republica en la Exposición
Universal de Paris en 1937, el sitio para el que se creó esta obra, sufrió un
exilio en Estados Unidos desde 1939 en el MoMA, Museum of Modern Art de Nueva
York, y fue expuesto en numerosos sitios de todo el continente, incluso en
garajes, donde el precio de la entrada normalmente eran ropa, calzado y
recursos destinados a la Republica.
Se dice que nunca habría estado Picasso de acuerdo con la
vuelta en 1981 del Guernica a España, pues aún era una época de conflicto, la
transición y la obra podría sufrir bastantes daños. Cuando llegó a su primer
emplazamiento en España, en Madrid en el Casón del Buen Retiro, hubo un
despliegue civil y policial muy grande para que no sucediera una catástrofe.
Más tarde, en el 1992 el Guernica se traslada de manera
definitiva a su emplazamiento actual, el Museo Nacional Centro de Arte Reina
Sofía, donde se exhibe en una gigantesca sala donde también se exponen bocetos
del proceso de realización de esta obra.
En mi opinión, el cuadro debería estar en el propio pueblo
del Guernica, ya que fue ese suceso lo que le encendió la bombilla a Picasso
para reivindicar esos sentimientos de la Republica y se inspiró en ellos para
realizar una de las obras mundialmentemás famosas de él.
Es importante destacar el carácter propagandístico de la
obra, una plena alegoría al dolor y al sufrimiento que provocaron los
bombardeos en Guernica, pero no representa lo sucedido en el momento, sino
plenamente una cuestión sentimental.Las figuras que podemos ver, están cargadas
de dolor como la mujer con el niño en los brazos. Uno de los aspectos
fundamentales de esta gran obra de Picasso, es que precisamente por su carácter
propagandístico –llegando a todo el pueblo- Picasso, abandona parte su carácter
críptico, acercándose a los sentimientos de las personas y transmitiéndoles
todo el dolor a un simple golpe de vista, en lo que también intervinieron las
dimensiones –específicas y premeditadas- del lienzo.
El Guernica, en sus inicios no fue concebido para crearlo
como una obra de arte, sino como un cartel con ese carácter propagandístico que
hemos mencionado antes. A pesar de esto, a la hora de hacer un análisis de sus
figuras, su iconografía y lo que puede significar, se ha levantado una gran
polémica entre muchos estudiosos del autor.
En la página oficial del Museo, en la breve reseña que nos
hacen de la obra, nos mencionan a un crítico, Anthony Blunt, que nos hace una
división de las figuras representadas en una composición piramidal, dividida a
su vez en dos grupos, el primero está formado por tres animales: el toro, el
caballo herido y el pájaro alado que se aprecia a la izquierday al fondo, de
una manera muy leve. Serían las personas las que formarían ese segundo grupo en
el que figuran un soldado muerto y varias mujeres: “la situada en la zona superior derecha, que se asoma por una ventana y
sostiene hacia fuera una lámpara; la madre que, a la izquierda del lienzo,
grita llevando al hijo muerto; la que entra precipitadamente por la derecha; y
finalmente, la que clama al cielo, con los brazos alzados, ante una casa en
llamas”.
Estas trágicas figuras, esta iconografía de la que nos habla
Blunt, o cualquier otro crítico, a pesar de las múltiples interpretaciones y
simbolismo que se le pueda dar, será siempre lo que Picasso quería expresar lo
que prime frente a todo. Ese sentimiento de dolor, de muerte, de guerra, que
había sufrido gente inocente, la injusticia… y el deseo de la libertad del pueblo,
del fin de la guerra, que nos invade a cada uno de los espectadores cuando nos
asomamos al cuadro y dejamos que nos abrume ante su magnificencia.
Bibliografía
y referencias web:
Carmela
Soldevilla Elduayen
Guernica vs. Guerblanc
El Guernica de Picasso comenzó siendo un cuadro
propagandístico de los valores republicanos. Pero tras esa primera función ha
tenido múltiples interpretaciones y se ha representando en un sinfín de
versiones.
En mi pequeño trabajo sobre esta obra, quiero traer una
nueva visión de la esperanza, de la vida y del color desde la desesperanza, la
muerte y la oscuridad a la que nos evoca el Guernica de Picasso.
Matías Palau Ferré (Montblanc, 1921) pintor y escultor
contemporáneo, fue el único artista invitado con obra a los eventos
conmemorativos que se celebraron en la Universidad de Syracuse, Nueva York, por
el 90 aniversario de Picasso. Por ello, realizó
el Guerblanc (1971).
Matías y Picasso se conocieron en París, y el ya consagrado
artista dijo de él “es un joven estudiante con talento”. Matías siempre tuvo
una opinión muy interesante de los artistas del momento, él decía que ellos
“destruían”, pues querían romper con lo impuesto, con las reglas, la temática,
los colores, querían destruir para poder crear. Matías no se unía a ese grupo:
él, más sencillo y amante de su tierra, de la que nunca se separó, decía:
“ellos destruyeron, yo creo”.
Con esta idea del arte, hagamos un recorrido por el Guerblanc una deliberada contraposición
pictórica y simbólica del Guernica. Una nueva visión de la obra de Picasso que nos
permitirá conocer la obra de Palau Ferré, la cual tiene mucho de qué hablar
y ojalá contase con más espacio para
poder profundizar:
En común tienen que ninguno de los dos es narrativo, Picasso
realiza una obra a favor de la libertad, en la cual representa el sufrimiento y
el dolor del pueblo español, pero en ningún momento hace una referencia
concreta al bombardeo de Guernica, ambos son cuadros simbólicos.
Uno de los aspectos más interesantes es el colorido: Matías emplea su
característica paleta de colores vivos y luminosos, trayendo vida, luz y calor,
en contraposición con el negro, blanco y gris que es frio y muerte.
El Guernica sigue una estructura
en tríptico: cuyo panel central está ocupado por el caballo agonizante y la
mujer portadora de la lámpara; a la derecha, la casa en llamas y la mujer
gritando; y a la izquierda, el toro y la mujer con su hijo muerto. Además, las
figuras están organizadas en triángulos, de los cuales el más importante es el
central, que tiene como base el cuerpo del guerrero muerto y como vértice la
lámpara.
En el Guerblanc, Palau Ferré rompe con el tríptico y
organiza su cuadro en tres grandes bloques: a la derecha (caballo, mujeres) y
los otros dos a la izquierda, uno debajo (hombre y toro) y otro encima de este
(sol, gallo). Pero mantiene la estructura del triángulo principal: base; el lado
derecho lomo y cabeza del caballo y el sol; lado izquierdo el brazo del hombre y el sol, y como vértice el sol, el elemento más simbólico
de la contraposición con el Guernica.
Lo más interesante de la obra de Matías se encuentra en el
simbolismo de lo representado: el Toro representa
en cierto modo el mismo símbolo que Picasso, pues según declaró este, su toro
simbolizaba “brutalidad y oscuridad”. Matías decía que su toro era el símbolo
de la bestia, el mal que hay en el hombre, pero aquí lo representa tomado por
los cuernos y vencido por el Hombre, simbolizando el triunfo final de la
Humanidad sobre su propio lado oscuro, un símbolo de esperanza.
Los personajes
del Guernica como la madre con el hijo muerto en brazos, sin pupilas; la mujer
arrodillada y herida o la mujer con los brazos al cielo implorando, muestran el
horror y la crueldad de la guerra. Palau Ferré con sus figuras femeninas de la
derecha, presenta en contraposición expresiones de reposada paz, delicada y
hierática expresión. Una porta un instrumento musical y otra acaricia con los
labios la paloma, mientras abre los brazos en ademán de acogida, transmitiendo
armonía y belleza; y sus grandes ojos con pupilas verdes miran el mundo con
serenidad y amor.
La paloma es un
símbolo muy presente en las obras de los dos artistas: aquí la de Picasso apenas
resulta visible a simple vista, entre el toro y el caballo, únicamente está
trazada su silueta; tiene un ala caída y la cabeza vuelta hacia arriba con el
pico abierto, un símbolo de paz rota.
Sin embargo la Paloma de Palau Ferré
está claramente definida y ocupa un lugar principal, a la misma altura
que las cabezas de las mujeres, la del caballo, el sol y el gallo. La pinta en
un blanco brillante, pues quiere que se vea, besando amorosamente los labios de
la mujer. A diferencia de la de Picasso, es una paz viva, presente.
El hombre de Palau Ferré se contrapone al Guerrero muerto del cuadro de Picasso
desmembrado y con semblante horrorizado. Este muestra esperanza, vencedor de la
bestia con su esfuerzo. La flor aplastada que lleva el guerrero muerto de
Picasso la reemplaza Matías a la derecha de su cuadro con un precioso gladiolo
fresco y florido, una de las flores favoritas de Matías, junto con los
girasoles y las rosas.
El Caballo de
Palau Ferré, vivo, bello y entero, blanco brillante, con grandes pupilas que
miran a las jóvenes, quienes se apoyan delicadamente en su grupa, es de un
tremendo contraste con el de Picasso, malherido, atravesado por una lanza, con
expresión de sufrimiento y terror. Una vez más, la contraposición vida y
muerte.
La Bombilla del
Guernica da una luz limitada, mortecina, a la escena picassiana. Frente a ello,
Palau Ferré coloca, en el mismo sitio del cuadro, el símbolo principal de su
visión de la obra: un sol brillante, rojo, anaranjado y amarillo, colores
calientes, colores de vida, que extiende sus rayos hacia la escena y los
personajes, en un cielo carmesí, transmitiendo luz y vida.
Finalmente Palau Ferré añade uno de sus símbolos preferidos,
que se repite en su obra pictórica, escultórica
y en su cerámica: el gallo,
en la esquina superior izquierda. Símbolo desde antigüedad del nacimiento del
día, el resurgir de la vida tras la oscuridad de la noche, el comienzo y el
renacer. Matías lo pinta volando, trayendo en su pico una rama de olivo, simbolizando
la paz. Es la pincelada final de esperanza en el futuro de la humanidad, contra
la desesperanza que se expresa en el Guernica.
Dos genios, dos
visiones de la vida, dos expresiones pictóricas contrapuestas de ella: Horror
versus Esperanza, Muerte versus Vida, Grises versus Color.
Ya lo dijo Matías Palau Ferré: “El color forma parte de mi pintura, y la pintura es mi vida”.
Bibliografía:
Entrevista a familiar de Matías Palau Ferré.